Dios todo lo ve

Casandra recibió el don de la profecía a cambio de un polvo. Sé que suena muy heteropatriarcal, pero la mitología griega no la inventé yo (quizá entonces lo sería más). Cuando Apolo quiso cobrarse su deuda, la susodicha se arrepintió y le dijo que si quieres arroz, Catalina. El dios se mosqueó y la maldijo impidiéndole que pudiera comunicar sus profecías al resto del mundo. Supongo que podríamos llamar casandristas a todos aquellos que una y otra vez avisan de lo que va a ocurrir sin que los demás les tomen en serio. Y, si algo ha quedado claro en este presente distópico en el que vivimos, es que cuanto más loco parezca el tipo que se desgañita, más razón acaba teniendo.

Así que adopto momentáneamente el papel de Casandra y me pongo a gritar lo siguiente: a Djokovic le han tendido una trampa los mismos que se corren de gusto citando la Constitución.

Debería empezar aclarando un principio fundamental. No se pueden seguir las reglas del juego que impone el globalismo. Aunque la naturaleza humana esté diseñada para buscar el orden, el sistema te obliga a no hacerlo. Por eso debemos olvidarnos de juzgar con la misma vara de medir, bajo un mismo marco mental igualitario, hechos aparentemente parecidos. Porque las cartas están trucadas. Por ejemplo, a ojos de la liberalia, la soberana Australia está en su derecho de no abrir sus fronteras a alguien que bajo la legalidad vigente no acate sus normas. Sin embargo, a ojos de la liberalia, la soberana Hungría no está capacitada para erigir una valla que proteja sus fronteras.

«Es su país, sus normas» es un argumento muy válido excepto cuando hablamos de Hungría.
En ese caso, la deriva iliberal es inadmisible en un país democrático.

Solo un cristiano devoto como Djokovic podía sin saberlo encabezar la ofensiva contra el mundo moderno.

Hace unos años, ante una disyuntiva como esta, hablaríamos de doble vara de medir. Hoy, entendemos que no es una accidental muestra de subjetividad humana. Es la imposición progresiva de un estado autoritario global, con el beneplácito de liberales y socialistas. Amparado, además, en la legitimidad que les otorga la legalidad vigente. Una legalidad moldeable a voluntad de los propósitos de este nuevo sistema.

Es aquí donde reside la trampa. A Djokovic le invita la Federación Australiana de Tenis con una exención médica. El tenista les avisa de que no irá si no le dejan entrar. Esto desmonta la propaganda que lo acusa de ser un egomaníaco que pretendía incumplir las leyes por ser quien es.

Nadie estaba quebrantando ninguna ley porque el Gobierno Australiano aceptó este condicionante. Tener al jugador en su poder era crucial para poder usarlo de chivo expiatorio. No es hasta que Djokovic vuela dirección a Australia cuando le llega la notificación de que no podrá pisar Melbourne por problemas con el visado. Problemas, dicho sea de paso, que tuvieron otros jugadores que finalmente pudieron pasar.


No quiero venirme arriba y adjudicarle a Djokovic pretensiones mesiánicas. Pero lo que tampoco puedo hacer es obviar la grandiosidad del gesto. La lucha del hombre contra el sistema es evidente. Un sistema con el que el pueblo, su principal víctima, está tragando con entusiasmo. Siempre me había preguntado cómo se instauran las dictaduras; cómo se hace para que la población no se resista. Y, quién lo diría, lo estoy viendo con mis propios ojos. Y para mi sorpresa descubro que lo hacen con el beneplácito del pueblo. Solo hace falta la excusa correcta —en este caso un virus con una tasa de mortalidad irrisoria— para que la propia gente deposite su libertad en el altar de la obediencia. Y esto no ha hecho más que empezar, me temo. Hemos enseñado a nuestros gobernantes que los problemas se solucionan con sumisión. Así que es cuestión de tiempo, que aparezcan otras crisis, que irán poco a poco pulverizando nuestras libertades colectivas en pro de un mundo más seguro.

El trágico fin de Casandra fue predecir su propia muerte sin poder hacer nada para evitarlo. O espabilamos, o vamos a vivir en primera persona la muerte de un dios.

Lezuzahttps://medium.com/@lezuza
Bebo hidromiel en los cráneos.

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