Filicidio

Hace un tiempo se volvió a encender el debate sobre la cuestión de quién está a favor del filicidio y quién está en contra, debido a la posibilidad de rescindir Roe v. Wade. Es decir, la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos por la que el aborto se convirtió en un “derecho” en el país. De hecho, aún no estamos seguros de que vaya a ser así. La conmoción se debe a la filtración –algo inaudito– de un borrador del juez Samuel Alito, por lo que no podemos saber que vaya a ser derogada con certeza. En todo caso, de ocurrir, la decisión sobre el aborto pasará a cada Estado. Los republicanos seguramente lo ilegalizarán por lo general, mientras que los demócratas lo mantendrán legal. 

Mientras este espectáculo se desenvuelve al otro lado del océano, aquí se introduce una nueva ley del aborto, aborreciblemente llamada “Ley de Salud Sexual y Reproductiva”. Pretende permitir a chicas de 16 y 17 años abortar sin el permiso paterno, eliminar los días de reflexión, y acabar con la objeción de conciencia en la sanidad pública. Al mismo tiempo, los inofensivos rezos de grupos cristianos frente a clínicas abortistas son declarados acoso. El aborto deja de ser un “mal ¿necesario?” como lo planteaban al principio, pasa a ser algo netamente bueno que incluso debe promoverse. Todo acorde a los principios neomalthusianos por los cuales reproducirse está mal porque serás culpable del Armagedón climático, ¡mientras a la vez insisten en que necesitamos inmigrantes porque no sabemos reproducirnos!

El infierno debe estar vacío porque todos sus demonios han emigrado aquí. Gobernados por arcontes que ni dejan a las almas abandonar el mundo material, ni dejan a nuevas almas entrar. En toda la historia de la incivilización y la barbarie sería difícil, por no decir imposible, encontrar algo tan demoniaco como lo actual. No existe ningún debate del aborto, porque no hay nada que debatir en primer lugar. No es debatible que sea asesinato, negar este axioma quizá sea lo más diabólico de todo.

Si es necesario tener un debate sobre algo, yo prefiero debatir con asesinos que con la caterva execrable y deshonesta que niega la realidad para sentirse mejor con ellos mismos. El primero será un psicópata, pero por lo menos no intenta engañar a nadie para que mate a su propio hijo con la conciencia limpia. Alguien que en una discusión sobre el aborto saca el tema de las violaciones, que no representan ni dos dígitos del total absoluto de decenas de miles de abortos que ocurren cada año en este país, es de ser alguien deshonesto, hipócrita, mala persona, por no decir palabras mayores sobre su estirpe. ¿Es este tipo de argumentos a los que se supone debemos responder? No todas las preguntas merecen una respuesta, especialmente si, como es el caso, aquel que la cacarea muestra su naturaleza putrefacta y abyecta.

Nada, absolutamente nada, de lo que dicen los abortistas puede ser considerado con buena voluntad, porque la mentira envuelve a este movimiento asqueroso desde su génesis. Tienen el descaro de decir que legalizar el infanticidio lo disminuye. Por supuesto, este dato parte de una manipulación estadística descarada que es el número de abortos cuando es ilegal. Cuando es ilegal los datos del “número de abortos clandestinos” se sacan de activistas, ONG, y gente en general interesada en inflar el número todo lo posible. Vamos, que se lo inventan. Veamos un ejemplo de un artículo de El País de 1984:

En España se producen anualmente entre 300.000 y 400.000 abortos clandestinos. En el extranjero, el año pasado han abortado, sólo en Londres, cerca de 20.000 españolas, en ambos casos según estimaciones no oficiales elaboradas por distintas fuentes (organizaciones feministas, agencias de viajes, despachos de abogados). El fiscal general del Estado señaló en su memoria del año 1974 que en España se practicaban anualmente 300.000 abortos, cifra que fue considerada exagerada por los sectores conservadores. De esas interrupciones del embarazo, 20.000 corresponden a mujeres casadas, según las estimaciones no oficiales.

Por otra parte, se calcula que 50.000 prostitutas recurren a este método una o dos veces al año. Son las jóvenes solteras de entre 14 y 30 años las que más se someten a prácticas abortivas. Londres, Amsterdam, París y Hamburgo constituyen los centros del extranjero más visitados por las españolas para este tipo de operaciones.

El País: “En 1983, interrumpieron en Londres su embarazo 20.000 españolas.” 11 de julio de 1984.

¡Entre 300.000 y 400.000 abortos clandestinos! Los datos posteriores a la legalización pintan otro panorama. En 1986, el primer año entero de aborto despenalizado en España se registran 17.000 abortos, entre 18 y 23 veces menor a los “guesstimates” de los activistas. Ahí está el truco: si decimos que antes de la legalización hay un número completamente inflado de abortos, podemos colgarnos la medalla de que “la legalización reduce el número de abortos” cuando inevitablemente se revela la realidad. El aumento progresivo año tras año se ignora, claro.

El dato de las prostitutas es curioso. En la mitología progresista, las mujeres españolas que iban a abortar al extranjero eran las “mujeres casadas de derecha y ricas”. Con esto querían decir que el aborto era un privilegio de los ricos que ahora ellos, como siempre, han conquistado en su infinita benevolencia para los pobres. ¡Pobre, te hemos otorgado el privilegio de matar a tu hijo en tu propio vientre, agradécenoslo!

La siguiente táctica es cambiar el foco de atención, todo pasa a girar sobre las pobres mujeres abortistas que tienen que matar a su hijo por tal o cual excusa barata. Estefanía Molina, una periodista que trabaja para El País y varias cadenas de televisión, decía lo siguiente:

Algunos piensan que una mujer va saltando y riendo a abortar, plan frívolo, como el que va a comprar el pan. No. El dolor detrás de la decisión, culpa, sufrimiento de familia o pareja… Lo hacen un infierno, pese a haberlo elegido por sus motivos. Así que dejad de machacarlas.

Estefanía Molina en Twitter. 22 de septiembre de 2021.

Pero ¿por qué exactamente pasan por un infierno si no están matando a su hijo? ¿Qué podría ser traumático de quitarse un cúmulo de células, como dicen los abortistas? ¿Acaso tienen un trauma cuando van a quitarse un tumor o una verruga? Veamos lo traumático que es el aborto para tantas mujeres:

N.º abortos voluntarios anteriores:

Ningún IVE: 56.855, uno: 20.423, dos: 6.906, tres: 2.369, cuatro: 889, cinco o más: 800.

Datos estadísticos del Ministerio de Salud. Interrupción Voluntaria del Embarazo. Datos definitivos correspondientes al año 2020.

Parece ser algo tan traumático que 20.423 mujeres en 2020 repitieron la experiencia. Dada la definición de asesino en serie (tres o más asesinatos), podemos decir que, en España, en 2020, hubo 10.991 abortistas en serie, que seguirán sueltas en la sociedad entre las personas normales. La mayoría de los abortos se producen por “voluntad de la madre”, y no en base a situaciones imaginarias y delirantes, como que hayan sido violadas por su padrastro poseído por el fantasma de Genghis Khan y al feto le faltaran todas las extremidades.

Lo último a lo que se agarran es lo difícil que es criar un hijo, como que va a estar mejor muerto que vivo y realmente le están haciendo un favor. Los progresistas americanos aprovechan aquí para colar sus diatribas sobre el sistema sanitario. ¡Si solo viviéramos bajo el wholesome big chungus communism no habría abortos! Ay, pero ¿qué digo? Si en España, con nuestra amada sanidad pública, no tenemos nada que envidiar a la tasa de abortos americana, pese a ser España más homogénea racialmente que EE. UU. Y como si en la Rusia soviética no hubiera habido una tasa de abortos tan alta que Stalin tuvo que pisar los frenos (en cuanto murió se volvió a legalizar, claro). Incluso en la actualidad, la tasa rusa es muy superior a la americana.

¡Les podrías dar todo lo que quisieran, que ni eso conseguiría disminuir un ápice la tasa de abortos, en todo caso lo aumentaría! ¿Qué necesidad hay de hacernos perder el tiempo así? Todo esto son asquerosas excusas. El aborto es un método anticonceptivo, un asesinato ritual en nombre de la autonomía y la promiscuidad. Estoy cansado personalmente de que intenten que sienta pena por gente que no está ni dispuesta a admitir la verdadera razón por la que necesitan el aborto. A mí no me importa admitir que sí, lo que quiero es restringir a las mujeres lo máximo posible, y a este propósito van encaminadas todas mis propuestas.

De hecho, voy a ir un paso más allá. Llevémoslo absolutamente todo a sus lógicas consecuencias. Si el aborto es asesinato y estamos a favor de la pena capital para ciertos crímenes, como es mi caso, no veo por qué la pena por abortar, tanto para la filicida como para el médico que la práctica, no debería ser la muerte. Si tú, lector, estás a favor de la pena de muerte y crees sinceramente que el aborto es asesinato, ¿por qué no debería ser así? La triste realidad es que todos nosotros somos unos cobardes. Nadie trata la cuestión como realmente se merecería si somos sinceros sobre nuestras creencias.

Hay algunos psicópatas que hablan del feto como un “parásito”. Según dicen porque ellas no han dado consentimiento (como siempre, evitando responsabilizarse por sus actos) al feto para alojarse en su útero, y que los hombres no tenemos nada que decir porque es su cuerpo. Yo soy un radical porque no pierdo mi tiempo argumentando que “no es técnicamente su cuerpo”, yo niego la raíz del propio concepto, porque si aceptas la premisa ya has perdido. Los hombres sí tienen derecho a decidir sobre el cuerpo de las mujeres, faltaría más.

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