La horda rusa

Después de haber divagado mucho sobre la cuestión de escribir este artículo o no, algo sobre lo que parece no soy el único, me he acabado decantando por hacerlo. A fin de cuentas, es inevitable, dado que absolutamente todo el mundo siente que tiene la necesidad de posicionarse en el conflicto, sin importar lo insignificantes que sean  o lo ridículo que sea su gesto, desde aplicar un filtro de colores de la bandera de Ucrania, poner una historia en redes sociales con las banderas de Ucrania y Rusia acompañadas por una paloma de la paz, un cartelito de “NO A LA GUERRA” en la esquina de la página donde veo mis dibujitos chinos, o hasta cambiar el lenguaje y decir “Kyiv” en vez del Kiev de toda la vida, porque si dices lo segundo eres un agente del Kremlin, o algo así. Por lo tanto, no iba a ser yo menos, y con placer me uniré al desfile de gente que tiene que dar su opinión sin que absolutamente nadie se la pida.

Debemos entender que este conflicto no es nuevo, y se remonta como mínimo a finales de 2013, en el conocido Euromaidán. Una revolución de colores que derrocó al gobierno prorruso de Ucrania en ese entonces, y que tenía como objetivo introducir al país en la OTAN y en la Unión Europea. Las zonas más prorrusas como Crimea, Donetsk y Luhansk se negaron a reconocer como legitimo el derrocamiento y declararon su independencia mediante una serie de referéndums. En el caso de Crimea, fue anexionada por Rusia. Cabe mencionar que, según Rusia, el gobierno ucraniano lleva desde entonces atacando esas regiones separatistas.

No quisiera que el lector dejara que esto afectara a sus sensibilidades en relación con nuestro propio problema de separatismos, mediante la visión de que estas regiones son la Cataluña de Ucrania. Desde la perspectiva nacionalista rusa, Ucrania es una región de Rusia. Puestos a hacer equivalencias absurdas, desde su forma de ver las cosas, Rusia sería España, Ucrania sería Cataluña, y las regiones mencionadas anteriormente serian las zonas no independentistas como el valle de Arán. Todo es mucho más complicado de lo que parece, especialmente por culpa de las políticas soviéticas, que ha causado estragos en todos los países que se independizaron tras el colapso.

Una de las políticas tempranas de la Unión Soviética fue la llamada korenización, que significa algo así como “nativización” y deriva de la palabra rusa para “raíz”. Era lo opuesto a la rusificación promovida bajo el imperio ruso y en cierta forma bajo el estalinismo. El objetivo de la korenización era eliminar la dominación política y cultural rusa en las repúblicas soviéticas, mediante la desrusificación de incluso algunos grupos rusos étnicos, a los que por ejemplo se enseñaba ucraniano en las escuelas. Las minorías fueron promovidas dentro de la administración del Estado a todos los niveles en la república soviética. A los rusos étnicos trabajando en la administración de la república se les pedía aprender el lenguaje local.

Dados estos datos, cada uno es libre de sacar sus propias conclusiones. Por mi parte, tengo simpatías hacia Ucrania, no por ningún motivo lógico que haya sido fríamente calculado y analizado, es sólo lo que mi instinto me dice que debo apoyar, por una parte, porque simplemente siento respeto por la soberanía de Ucrania, y por otra parte porque mi pesimismo me hace ver con malos ojos un conflicto entre hermanos, cuando el conflicto debería ser contra las élites globalistas. Pero esto no quiere decir que no entienda la posición rusa. Precisamente porque apoyo a Ucrania no puedo apoyar a Rusia, pero bajo ningún concepto puedo apoyar tampoco al bloque atlantista, que resultaría más catastrófico para Ucrania que Rusia.

El pueblo ucraniano se encuentra completamente sólo, las muestras de apoyo absurdas con las que nos bombardean nuestros medios son completamente vacías, porque ellos no defienden Ucrania. Lo que defienden es lo que creen que está asociado a ella. El régimen globohomo que nos odia la ha convertido en un gólem rabínico, y en su boca han introducido un papiro en el que está escrito democracia, libertad, igualdad, y todas esas bufonadas. Quizá haya algo de verdad en eso de que Ucrania es George Floyd.

Sin embargo, lamento anunciar que Rusia no viene a salvarnos de este monstruo. Rusia no es el régimen tradicionalista, o la vanguardia contra el globalismo, que algunos creen que es. Sin duda, han hecho algunas cosas bien, pero no debería alejar nuestra mirada del hecho de que, por ejemplo, en Rusia la tasa de aborto es más del doble que la de Estados Unidos. Su tasa de divorcios también es mayor, y el número de madres solteras no se aleja mucho del estadounidense. ¿Es esta la sociedad que se supone los derechistas del mundo debemos admirar? Todo esto se ha mantenido constante bajo el mandato de Putin.

La histeria que ha desatado esta situación es inaudita, y todavía nos queda mucho por ver. Las corporaciones han desconectado a Rusia del mundo, desde VISA hasta McDonald’s, el símbolo del triunfo americano sobre la Unión Soviética, pasando por sitios para adultos que no mencionaré. Quién sabe si, de esta forma, en unos meses Rusia se volverá el país más saludable del mundo. Pero advierto a aquellos que se alegran de que Europa este cerrando los medios rusos, que esto es algo que fácilmente se volverá en nuestra contra. ¿O es que ya no recuerdan que Twitter expulsó al presidente de los Estados Unidos? Todo el mundo se ha apuntado a la fiesta, en Málaga cierran museos rusos, en Gales la filarmónica de Cardiff se niega a tocar una obertura de Tchaikovsky, aprovechen los lectores para comer ensaladilla rusa, antes de que la prohíban.

No molestaré más al lector con mis diatribas, que cada uno, sumergido ya en la niebla de la guerra, decida qué propaganda quiere creer.

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