Mastraumarse

La semana pasada analizamos uno de los siete pecados de capital: aplaudirse. Hoy es el turno de la mastraumatización. Mastraumarse es uno de esos actos vergonzosos que jamás habríamos visto hacer a nuestros abuelos, que nuestros padres permitieron y los críos de ahora cometen sin reparo ni coto.

El acto mastraumativo se fundamenta en la búsqueda de experiencias tristes y dolorosas con las que el individuo intenta suplir su déficit de cariño. Es una especie de lujuria de la compasión. Se busca la atención, pena y un cierto sentido de superioridad moral que surge de lo mal que uno lo ha pasado.

Las mastraumatización es un atajo sustitutivo del proceso de poder. No importa que tenga poco que ver el habers sufrido mucho con estar capacitado para algo. El mastraumita abusará de la empatía y compasión de su audiencia hasta ponerse en la posición de poder que considera que le pertenece por gracia de su difícil pasado. Es la inversión del héroe clásico, cuyo valor se basaba en su capacidad de superar dificultades hasta acometer epopeyas suprahumanas. El mastraumita por el contrario no hace nada, pero le han pasado cosas muy fuertes. Pobrecito, habrá que hacerle caso; en definitiva, todos estamos de acuerdo en que no mola que de pequeño se murieran sus cabras, en el instituto tuviera acné y, para más inri, un trastorno sudoral.

Este pecado de capital está tan extendido que ha llegado a formar una jerarquía de castas según tus puntos de mastraumatización. Una mujer ya no tiene valor por ser la madre de espartanos, sino por haber sido víctima del patriarcado; el poeta de gustos prohibidos no es medido por su métrica mas por lo mucho que le atacaron por jugar con muñecas. Puntos sociales ganados a duro golpe de queja. Por supuesto no importa que muchos de esos lloros sean por traumitas soñados. Aquí todo rapero hijo de CEO viene de barrio de trapicheos y el sobrino de cura te cuenta su conversión tras una disoluta pubertad (ocultando sus años de monaguillo-catequista).

La expresión más zafia es el mastraumarse en directo tiktokero. Videos morbográficos de subhomínidos llorando en cámara con subtítulos contando cómo han sobrevivido al holocausto del día a día. Antaño un héroe era Serafín, el manco del pueblo que abría botellines con el muñón y conducía con las rodillas (historia real), o Tony Meléndez tocando ante el Papa la guitarra con los juanetes. Ahora no, lo importante es sufrir muy mucho y que todo el mundo se entere de ello. Pasaporte cojonil para ir por la vida sin hacer nada. Generación M marshmallow. O de mierda.

Si conoces a algún amigo mastraumado -le podíamos llamar el Bajillas- dile que tranquilo, de ahí también se sale. Y no es difícil: basta con hacer cosas y saborear el fruto de las propias hazañas. Igual que con la pornografía, el secreto es pasar de la soledad colectiva a la comunión afectiva: compartir lo bueno.

Por dar un consejo: gana un dinero, aprueba un curso o, al menos, “ordena tu cuarto”.

Últimos artículos

Gordo tetón asiático

Filicidio

La horda rusa

Artículos similares

Leave a reply

Please enter your comment!
Please enter your name here